En este texto exclusivo para PLOM, el publicista y comunicador exponencial Robert Artigau nos habla del valor que tienen los objetos artísticos que nos acompañan a lo largo de nuestra vida.

Mi padre tiene una foto de Jorge Negrete junto a su cama, con un marco sencillo, apoyada en la mesilla de noche. Hubo un tiempo en que la tenía colgada, allí, junto a la cama.

Es una foto del que fuera uno de los actores más guapos del momento: del momento de los años 40… En realidad mi padre era demasiado pequeño para saber entonces quién era ese actor.

Quien admiraba de verdad al apuesto charro mexicano era mi abuela Mercè.

Sin título, de Maxi Luchini. En nuestra SHOP.

La magia de una foto firmada por un artista

En una ocasión mi abuela se llevó a mi padre a ver una actuación de Jorge Negrete en el Coliseum. A la salida, le esperaron, y mi abuela lanzó a su hijo en pos de una foto que aquella super estrella le dedicó con un “A mi amiguito Francisco Artigau. Negrete”.

Mi abuela casi se desmaya. Mientras, mi padre debió salir de allí más bien contrariado, pero la emoción que había provocado aquella foto dedicada en su madre le hizo darle un valor especial.

Hasta donde llega mi memoria, esa foto siempre ha estado allí. Ahora ya muy descolorida y con la dedicatoria apenas visible.

Untitled, de Juan Díaz-Faez. En nuestra SHOP.

Esas pequeñas cosas que nos hacen más grandes

Mi padre me enseñó que los objetos que nos acompañan a diario, especialmente aquellos con los que compartimos nuestra soledad y nuestra intimidad, acaban formando parte de nuestras vidas.

Dejan de ser cosas. Se convierten en objetos que desprenden energía. Llamarlo vida quizás sea dramatizar, pero es cierto que su presencia nos reconforta, nos tranquiliza, nos hacen sentir bien. Y cuando no están, los extrañamos. Casi como si fueran personas.

El arte es una de las principales expresiones de esta relación afectiva con lo que es aparentemente inanimado.

Ocells de paper, de Marta R. Gustems. En nuestra SHOP.

Objetos artísticos que son motorcitos de amor

Los colores, las texturas, las formas, las figuras se tornan en sensaciones que percibimos de un modo más o menos consciente. Y las obras cobran significado, nos evocan recuerdos de momentos que vivimos, de gente con la que asociamos esas obras. Con lo que significan o con lo que nos contaron que significarían.

Si las obras de los artistas no forman parte de nuestras vidas, el arte y la emoción que el artista trataba de expresar y trasladar se desvanece, se diluye, muere.

Si abrazamos esas piezas y las hacemos nuestras, nuestra emoción se suma a la del artista y se genera una nueva que puede trasladarse a otras personas para seguir mutando y emocionando indefinidamente

Robert Artigau es publicista y comunicador exponencial. Su padre Francesc Artigau es artista y le ha transmitido el amor por el arte como algo cotidiano, alejado de los museos, de los críticos… El arte como una experiencia íntima.

Arriba, Sin título, de Maxi Luchini. Póster firmado. En la SHOP.